Muchas personas suelen dejarse llevar por los diferentes placeres. Intentan experimentar todo tipo de delectaciones pensando que así conquistando todas las experiencias placenteras llegarán a la felicidad. Sin embargo, dichos individuos se sorprenden al descubrir que son las personas más lejanas de la felicidad. Pues los placeres terrenales son numerosos y variados pero no todo placer conlleva la felicidad. De ahí que se produzca la confusión entre el concepto de felicidad y el concepto de placer. En realidad tienen mucho que ver por un lado, mientras que por otro existen muchas cosas que los separan. Los une el hecho de que ambos traen alegría al espíritu, pero divergen en que el placer se consigue de forma voluntaria y su efecto se disipa al desaparecer su razón de ser y la causa que lo produzca. Es más, puede que después del placer uno encuentre un sentimiento de culpa y tristeza profunda. En cuanto a la felicidad, acompaña y permanece con la persona durante un tiempo considerable.
Esta confusión entre el concepto de la felicidad y el concepto de placer encuentra su origen a menudo en la propia persona. Pues la fama, por ejemplo, produce un placer incomparable: el hecho de ser conocido y reconocido por la gente, de ni siquiera necesitar ser presentado y de recibir agradecimientos y cumplidos por tus logros… Todo ello produce cierto placer. No obstante, ¿cuántas personas famosas ricas, físicamente atractivas y con gran estatus social viven, a pesar de todo, una existencia miserable que requiere el constante cuidado de psicólogos o cuyas vidas terminaron en suicidios poniendo fin a sus tristezas, su angustia y su desolación? ¿Cuántas veces hemos oído y leído acerca de celebridades que se quitaron la vida y cometieron el suicidio para deshacerse de su miserable existencia y poner fin a sus días inaguantables? Muchas veces, hallamos a quienes están inmersos en los placeres sexuales y mantienen relaciones con incontables personas; y preguntar acerca de sus condiciones, averiguamos que sufren del virus del SIDA. Las relaciones ilícitas son placenteras, pero producen la destrucción de familias y relaciones, la ruina de sociedades, y el desconcierto en los linajes. Visualizar películas y contenidos eróticos, puede que contenga algo de placer pero también destruye la personalidad del individuo, atenta contra los vínculos sagrados y es una agresión declarada contra la decencia e integridad de la sociedad. Otro de los placeres es la comida. Encontramos a personas que tienen el mismo afán a la hora de comer o incluso mayor que aquel que demuestran en su adoración. Se atiborra a base de carnes y azúcares y es un paciente regular de doctores y hospitales.
Comúnmente, dicha confusión entre el concepto de felicidad y el concepto de placer se da de forma premeditada por ciertas partes. Son muchas las partes que intentan comercializar los diferentes placeres como si fuesen la mismísima esencia de la felicidad, mientras que su objetivo detrás de todo ello es controlar mentes y movilizarlas en una dirección determinada. Por ejemplo, el joven que toma drogas lo hace al principio buscando el placer que producen, aunque luego se convierte en una marioneta que mueven las manos de quienes se las proporcionan y las venden.
La publicidad que anuncia las diferentes mercancías hechiza a la gente y les seduce hasta el punto de hacer que vengan en masa a los centros comerciales buscando un producto determinado o una nueva oferta.
Por lo tanto, la felicidad no consiste en que el ser humano disponga de todo lo que desea. De ser así, las personas más ricas y los gobernantes serían los más felices de entre nosotros. Sin embargo, los estudios científicos y las observaciones de la propia realidad demuestran lo contrario. Quizás ello demuestre la perfecta justicia de Dios en este universo. ¿No ves la felicidad de muchos pobres y desposeídos? O lo que es más, ¿acaso no ves la felicidad de muchos ricos con cosas abstractas que algunos pobres puede qué posean más que ellos? Es posible que la felicidad esté en la comodidad.