“La disposición de este hombre a aguantar la opresión por sus creencias, la naturaleza éticamente suprema de quienes creyeron en él, lo siguieron y lo consideraron como señor y líder, además de la absoluta grandeza de sus logros... todo ello indica la justicia y la honestidad que emanaban de su ser. La suposición de que Muhammad era un farsante es una suposición que suscita más problemas de los que soluciona, Es más, no existe una personalidad entre los personajes grandes de la historia occidental que no obtuvieron la apreciación de la que son dignos como se hizo con Muhammad.”